Mientras en la Cumbre oficial varios de los presidentes
nuestroamericanos infligían un duro castigo dialéctico a la prepotencia
imperial, muy cerca de allí, otras voces, otros cuerpos, llegados desde las
entrañas regionales gritaban al mundo sus verdades. La Cumbre de los Pueblos
generaba así un espacio indispensable para que las realidades de los pueblos
afloraran de forma transparente.
Megaminería, agronegocios, deforestación de territorios de
pueblos originarios, paramilitarismo, represión estatal, narcoestados, fueron
algunos de los ítems allí tratados. Junto, claro está, a los temas más álgidos
de la coyuntura, como son el bloqueo de más de medio siglo a Cuba Socialista y
la amenazadora sentencia de Obama contra Venezuela.
En un marco colorido y bullicioso, 3.500 delegados y
delegadas contaron sus experiencias de enfrentamiento a los poderosos pero
también la construcción del poder popular lograda en algunos países. Los Sin
Tierra de Brasil relataron sus avances en la lucha contra los transgénicos,
mientras indígenas lencas, mapuche, aymaras y de otras naciones de Abya Yala
expusieron de manera casi sangrante todo lo andado hasta el presente para
sacudirse de encima el accionar nefasto de las transnacionales que arrasan sus
tierras ancestrales.
Las mesas de trabajo abordaron temas como Neoliberalismo y
Derechos Humanos; Seguridad Social y Calidad de Vida; Libertad Sindical,
Migraciones y Derecho a Huelga; la lucha del campesinado por la tierra o la
invasión a Panamá por parte de Estados Unidos en 1989.
Fue precisamente este último capítulo el que generó momentos
de alta emotividad, no sólo por el relato de Trinidad Ayola, presidente de la
Asociación de Familiares de las Víctimas del 20 de Diciembre de 1989, cuando
Estados Unidos descargó todo su odio contra el pueblo panameño, asesinando a
miles en el popular barrio El Chorrillo, sino también por la visita del
presidente Nicolás Maduro a esa zona emblemática, para confraternizar con sus pobladores.
Tanto Evo Morales como Raúl Castro, Rafael Correa y Maduro
fueron activos protagonistas de este encuentro entre pueblos. Cada uno a su
turno celebraron en sus discursos la presencia de Cuba en la VII Cumbre de las
Américas, mostrándolo como un fracaso de más de 50 años de agresión
norteamericana, pero también advirtieron a Barack Obama que el proceso de
normalización de relaciones diplomáticas no es una dádiva de Estados Unidos,
sino la victoria de la Revolución Cubana, del derecho internacional y la
autodeterminación de los pueblos. Así como señalaron que el bloqueo económico
que persiste contra Cuba debe ser eliminado.
El evento se inició con el cantar indispensable, de
sentimiento y razón, del trovador Silvio Rodríguez. Y el final fue un latigazo
antimperialista y anticolonialista traducido en un manifiesto consensuado.
“Nosotros, los Pueblos de Nuestra América, expresamos nuestro firme respaldo a
la Proclamación de América Latina y el Caribe como Zona de Paz y libre de
colonialismo”, comienza señalando la Declaración final.
En ese marco, se rechaza el acoso militar, agresiones y
amenazas de toda índole que despliegan Estados Unidos y sus aliados
estratégicos contra la Región a través de Bases Militares, Sitios de
Operaciones e instalaciones similares, que sólo en los últimos cuatro años han
pasado de 21 a 76 en Nuestra América, 12 de ellas en Panamá, y se exige la
derogación del pacto de Neutralidad, que permite la intervención militar
norteamericana a la República de Panamá.
Como no podía ser de otra manera, se enfatiza en respaldar a
Cuba y Venezuela frente a las continuas agresiones recibidas por parte del
Imperio, y se reafirma que Puerto Rico es una nación Latinoamericana y
Caribeña, con su propia e inconfundible identidad e historia, cuyos derechos a
la Independencia y la Soberanía son violados por una tutela colonial impuesta
hace más de un siglo de forma arbitraria por parte del imperialismo
norteamericano.
Después de valorar el rol que cumplen los organismos de
integración regional (Unasur, Celac, Alba, entre otros) la Declaración convoca
“a luchar y defender nuestros recursos naturales, la biodiversidad, la
soberanía alimentaria, nuestros bienes comunes, la Madre Tierra y la defensa de
los derechos ancestrales de los pueblos originarios y las conquistas y derechos
sociales. La lucha por el empleo, el trabajo y salario digno, la seguridad
social, las pensiones, la negociación colectiva, la sindicalización, el derecho
de huelga, la libertad sindical, salud ocupacional, los derechos económicos y
sociales, el respeto a los migrantes y afro descendientes, la erradicación del
trabajo infantil y esclavo, justicia con equidad de género”.
Otra vez, a pesar del ninguneo informativo de la
grandes corporaciones, la voz de los pueblos no pudo ser acallada. Más aún,
cuando los reclamos de ambas Cumbres coincidieron en clave antimperialista.
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