Profundizar la nada, o trazar un rumbo
A los ojos de quien quiera verlo, el capitalismo está en punto de colapso en sus principales centros imperialistas: Estados Unidos y la Unión Europea.
Argentina tiene sus propios profundos desequilibrios, en sí mismos insostenibles. Razón de más para temer los efecto de esos malos vientos del Norte. Pero antes de lo necesario, adelantada y agravada por mera incompetencia oficialista, la crisis llegó para quedarse en nuestro país.
Argentina tiene sus propios profundos desequilibrios, en sí mismos insostenibles. Razón de más para temer los efecto de esos malos vientos del Norte. Pero antes de lo necesario, adelantada y agravada por mera incompetencia oficialista, la crisis llegó para quedarse en nuestro país.
El cuarto gobierno peronista desde el post-2001 comenzará en pocos días con un pasivo impagable, frente al cual el 54% de los votos obtenidos en las presidenciales será útil sólo para tener ventaja frente a las fracciones burguesas perdidosas del 23 de octubre y, naturalmente, frente a la clase obrera, llevada por falsas direcciones sindicales a votar por el statu quo. El gobierno que asumirá el 10 de diciembre tendrá fuerza para impedir; no para gobernar.
Ante todo, porque carece de programa. El meneado "modelo" es un enorme vacío recubierto con palabrerío. Esto es tanto más grave cuanto que sus columnas fueron pensadas y llevadas a cabo antes de que asumiera Néstor Kirchner, el 25 de mayo de 2003. Fueron el ex presidente Eduardo Duhalde y su ministro de Economía Roberto Lavagna, ambos alineados con la ultraderecha mundial, quienes fijaron un dólar "competitivo" y, a través de eso, en situación de cesación de pagos de la deuda externa (luego quita del 70%, planificada y conducida por Lavagna), y en coyuntura de altos precios para los granos exportables, afirmaron las otras dos: superávit en el sector externo y en las cuentas fiscales.
Un pasado que no volverá. Cuando las columnas del "modelo" comenzaron a tambalear, llevado por su condición marginal frente a los grandes grupos económicos (con excepción relativa de las empresas mineras y petroleras), exigido por necesidades electorales y por su carencia de base organizada, el gobierno se limitó a aumentar el gasto, alimentar el consumo de autos y electrodomésticos, y encorsetar el dólar, mientras por la banquina, como conductor enajenado, aceleraba con negocios sucios para amigos que la justicia acaba de exculpar y otros que serán exculpados al calor de la victoria electoral.
Una primera consecuencia fue la fuga desmesurada de divisas: entre 75 y 80 mil millones de dólares en 8 años, frente a un ingreso de 100 mil millones por exportaciones. Esa fuga no significaba sólo el saqueo de nuestra riqueza y nuestro trabajo. Es también la expresión de que el "modelo" tenía exigencias políticas que el elenco gobernante no podía cumplir. Poco a poco, esta reiteración de la convertibilidad de los 90, llevó a lo que comenzó a precipitarse desde el segundo trimestre de 2011. La fuga de divisas -en cifras redondas y sólo para mostrar la dinámica- fue de 8000 millones en los primeros tres años, saltó a 23.000 en medio del conflicto con el agro y la crisis mundial de 2008, pasó a 14.100 millones en 2009, bajó a 11.400 millones el año pasado y se estima en 24 mil millones para este año. Los agrodólares financiaron esta monstruosa sangría. Pero los montos cambiaron, y no sólo por la caída en el precio de la soja. La curva de las reservas revirtió y en el último trimestre el Banco Central perdió 5 mil millones de dólares. Pero en el gobierno cundió la alarma cuando el BCRA perdió 800 millones de dólares sólo en la última semana de octubre, es decir, en los días posteriores a la elección presidencial.
Para qué sirven los votos
Además de no tener programa, el gobierno no tiene estrategia. Por eso tiene y tendrá fuerza para impedir, pero no para gobernar. Véase si no: ante la aceleración de la fuga y los presagios de esta dinámica el gobierno aplicó el 31 de octubre una serie de restricciones para la compra de dólares por particulares. Pero no instauró un control de cambios. También exigió que mineras y petroleras liquidaran sus exportaciones en Argentina y no en el exterior, cambiando el criterio impuesto por Kirchner durante su gobierno. Pero no decidió el monopolio del comercio exterior.
Control de cambios y monopolio del comercio exterior, no implican por sí misma un rumbo revolucionario y, mucho menos, anticapitalista. Pero fueron desechadas. Porque una y otra cosa, aun manteniéndose en el marco del capitalismo, requieren una estrategia de choque siquiera relativo con el imperialismo. Por el contrario, en medio del colapso de 2008 Kirchner y su esposa decidieron acudir al llamado de George Bush para apuntalar el G-20, desoyendo el llamado de los gobiernos del Alba, que afirmaron simultáneamente una política opuesta a la adoptada por el G-20 frente a la crisis.
Como sea, con esas tibias medidas dictadas por la desesperación, el gobierno obtuvo el resultado contrario al buscado: mientras Cristina Fernández proclamaba en Francia, en la reunión del G-20 y con desoladora liviandad, la necesidad de volver a "un capitalismo en serio" porque en las metrópolis reina el "anarcocapitalismo", aquí la clase media tomó en serio el gesto de temor del gobierno y se lanzó a comprar dólares. Quien ya los tenía, corrió a retirarlos de los bancos.
A la vez, las restricciones dispararon el mercado paralelo de dólar, que llegó a $5,20 el viernes 11 de noviembre. Ese número subió al inverosímil 5,90 en Uruguay, donde el gobierno frenteamplista y casas de cambio aprovechan para clavar un puñal en la espalda de la Casa Rosada, hacer diferencias de quiosquero y salvar la temporada veraniega, base imprescindible del próspero capitalismo uruguayo.
Hay reservas suficientes en el BCRA. Aunque en lo que va del año cayeron de 52 mil a algo menos de 47 mil millones de dólares. Alcanzan incluso en el caso extremo de que los tenedores de los 14.800 millones de dólares en cuentas bancarias corrieran a retirarlos. Pero el problema no son esos nerviosos pequeños dólarhabientes, sino los dueños nacionales y extranjeros de la economía nacional, que no invierten un peso en Argentina y, por vías legales, remiten montañas de riqueza a sus casas matrices. Si se los deja, esquilmarán una vez más esa riqueza acumulada con sudor y lágrimas argentinas.
Está a la vista: los votos sirven para pavonearse, para iniciar el recorte de subsidios y adelantar que el próximo año las paritarias no pueden decidir aumentos salariales superiores al 18%. Pero no sirven, porque el gobierno no quiere, para poner en caja al capital, se trate de capitalismo "en serio", anárquico o fruto de la más descarada corrupción.
Confiar o no confiar en el gobierno
Los desequilibrios macroeconómicos alimentados en los últimos años exigen medidas urgentes. Éstas pueden actuar en función de los intereses de la nación, los trabajadores y el pueblo, o caer como alud sobre las mayorías.
Un ejemplo ayuda: Venezuela también aumentó desde 2000 el gasto público (en proporciones incomparablemente mayores al caso argentino) y se clavó la paridad oficial del dólar. Al margen del hecho obvio de que el petróleo garantiza más divisas que la soja, o de discutir si el conjunto de medidas adoptadas por el gobierno revolucionario fue correcto, están a la vista las decisiones adoptadas por la Revolución Bolivariana cuando lo inexorable ocurrió: primero (con onerosa demora) se instauró el control de cambios. La burguesía no pudo seguir drenando la riqueza nacional y el gobierno tuvo los recursos necesarios para sostener su programa social, que nunca fue meramente asistencialista, aunque hizo una formidable traslación de ingresos mediante la ayuda a los más necesitados y un revolucionario plan de educación con becas para todos los niveles, hasta desembocar en un crecimiento sin precedentes en el mundo de aumento de la matrícula universitaria. Después, se expropió sistemáticamente a las grandes empresas para garantizar la producción en los rubros principales (ni hablar de la previa renacionalización real de Pdvsa), mientras se creaban redes propias de distribución y se le quitaba al capital el control sobre producción y distribución de alimentos. Luego, se comenzó a acercar el precio del dólar a su cambio real: dos años atrás hubo una devaluación del 100%. Con todo esto, pese a la pesada carga de la inflación sobre las masas y el aún considerable desajuste en la cotización del dólar, predominó el contrapeso de la economía que comenzó a crecer por fuera de las reglas del capital, con el gobierno al comando de los recursos y su utilización.
Quienes pregonan "profundizar el modelo", deberían estar bregando por la aplicación de estas medidas. Desde nuestra trinchera, apoyaríamos sin vacilar el control de cambios, el monopolio del comercio exterior, la recuperación de las empresas privatizadas, un aumento en flecha del gasto social y una revolución educativa financiada sin vacilaciones. Y estaríamos felices de proclamar nuestro error por la convicción de que este gobierno no hará nada de eso. También a contramano de quienes pregonan "profundizar el modelo", nosotros le creemos a Fernández cuando afirma: "nunca fui revolucionaria; siempre fui peronista". O cuando asegura que para salvar al sistema hay que volver a "un capitalismo en serio". Son sus palabras: ¿por qué la izquierda peronista y las fracciones ex comunistas aunadas en los arrabales del poder no le creen a la Presidente? ¿No confían en ella? ¡Ay, compañeros!
Pero al margen de creer o no en una persona, en Argentina, en el actual contexto internacional, el hecho es que si no se adoptan medidas revolucionarias, se impondrán las contrarias. Antes de inaugurar su segundo gobierno, Fernández ha comenzado. Con la negativa a instaurar el control de cambios y la adopción de restricciones a la compra, en 10 días el dólar se ha revaluado un 25% como mínimo. Eso, aunque sea el mercado paralelo de divisas, va directo a los precios. Y se suma a un nivel inflacionario de entre el 25 y el 30%. La carrera ya ha comenzado. Y sigue con la quita de subsidios. Se eliminó la ayuda solidaria del gobierno a Casinos y Bancos (dos palabras para una misma cosa). Pero eso suma 600 millones de pesos anuales, sobre un total de 80 mil millones de subsidios totales. Magnífico que los banqueros y timberos asociados a altos cargos en la Rosada pierdan esa suma cuantiosa. Pero desde el punto de vista presupuestario, es igual a nada. El déficit requiere más recortes. Como prestidigitador, el gobierno le regala inopinadamente Subterráneos a la administración de Macri. Como quiera que sea la pelea contra esta expresión yuppy-subdesarrollada del fascismo, el hecho es que, a término, el pasaje pasará de $1,10 a 3,40... como mínimo. Es de toda justicia esperar que lo mismo ocurra con el transporte en general. Y otro tanto con el gas, el agua, la electricidad.
Si el gobierno sanea esa cuenta deficitaria, golpea al estilo Martínez de Hoz o Cavallo sobre la economía de las mayorías. Si no lo hace, pierde el control de la economía en su conjunto.
Los subsidios fueron un instrumento de corrupción fabulosa y de traslación masiva de ingresos a las patronales: 20 mil millones de dólares anuales. Porque al subsidiar los servicios esenciales el Estado garantiza salarios más bajos y, en consecuencia, mayores tasas de ganancia para el capital.
En el gobierno pelean las fracciones "progresistas" que se oponen a la eliminación de subsidios, "centristas" que pretenden hacerlo gradualmente y "neoliberales" que advierten sobre el descalabro de las cuentas públicas. Sea quien sea que se imponga: ¿cómo evitar un nuevo saqueo a los trabajadores si se adelanta que las paritarias no pueden sumar más de 18% de aumentos? ¿Alguien cree que la CGT aceptará sin reaccionar un desfasaje entre el 35% de inflación, en una hipótesis de medio plazo, y el 18% obtenido en paritarias? ¿Cómo evitar que cada punto de aumento salarial y de deslizamiento del dólar vaya sin escala a los precios?
¡Claro: con el 54% de los votos! Con la fuerza que da ese respaldo es perfectamente posible iniciar una revolución antimperialista. Pero a riesgo de tener que autocriticarnos en pocas semanas, afirmamos que la línea de "profundizar el modelo" conduce a la complicidad con el ajuste anticrisis que el capitalismo exige.
El gobierno no hará a partir del 10 de diciembre lo contrario de lo que hizo desde el 25 de mayo de 2003. No emprenderá ahora, desde el G20, la revolución a la que se negó soslayando al Alba. Y no hará la faena obligada de la supervivencia capitalista: ajuste brutal de la economía y choque frontal con las masas. Este gobierno no sirve para aquello, ni para esto. ¿Qué hará? Aparte de fraccionarse en innumerables partículas desesperadas por un espacio de poder, aparte de continuar alimentando la corrupción, la disgregación y la decadencia generalizada, seguirá engañando a las masas mientras el mercado cumple con el ajuste mediante su mano supuestamente invisible. La dinámica ya está a la vista: devaluación encubierta operada en los primeros días de noviembre; rebaja salarial por aumentos de tarifas que se iniciará el año próximo; recorte de ingresos a las clases medias y bajas con el aumento generalizado de precios, ya a pleno, al socaire de la disminución de subsidios y el desbarajuste cambiario alimentado por la ineptitud oficial.
Carrera contra el tiempo
Cabe preguntar... hasta cuándo. La respuesta es dura: hasta que la burguesía y el imperialismo de un lado, los trabajadores y el pueblo del otro, aguanten la inercia de un gobierno capitalista sin programa ni estrategia. Y sin otro poder que el otorgado por la inexistencia de fuerzas suficientes para encarrilar al país en un rumbo definido. Pero el límite no es subjetivo. Es crudamente objetivo: lo pone la economía capitalista, en situación de crisis sin precedentes a escala mundial.
Quien primero llegue con fuerza suficiente dictará el programa de acción frente a esta encrucijada histórica. La burguesía no tiene partidos ni sindicatos (aunque sí poderosos aparatos en ambas áreas), ni fuerzas armadas (aunque sí estructuras paramilitares de gran dimensión), ni la todopoderosa iglesia católica que tuvo hasta los años 1980. Cuenta sólo con iglesias desperdigadas aunque con arraigo, burócratas sindicales odiados pero con poder efectivo, figurones sueltos de la política, inútiles para todo servicio, más bandas desastradas de hombres armados en una miríada de "empresas de seguridad". Con esos despojos emprende la tarea de reemplazar al elenco al que tuvo que aceptar, rechinando los dientes, tras el colapso de 2001.
Los trabajadores y el pueblo, los estudiantes, las capas subordinadas en el campo y los conglomerados urbanos, no tenemos organización ni liderazgos unificadores, aunque contamos con innumerables cuadros dirigentes en todos y cada uno de los segmentos de la sociedad explotada y oprimida, estructuras actuantes en cada lugar de trabajo, estudio o vivienda. Tenemos una fuerza inmensa. En varios terrenos, más articulada incluso que la burguesía y sus socios. Para que esa imbatible fuerza pueda salir a la luz y actuar, cumplir su papel dirigente, falta estrategia y programa, conciencia y organización.
Por eso son peligrosos ahora los panegiristas del "pacto social", como propone el FAP sin que hasta el momento sus diferentes componentes levanten una voz de protesta. O los infantoizquierdistas, que utilizan el sectarismo extremo como antifaz para travestir su reformismo oportunista, en cualquier momento dispuesto a arriar banderas para obtener un lugarcito en el rincón de desperdicios del capital.
No hay otra alternativa que rendirse o luchar. La rendición puede tomar forma de traición (venta al mejor postor en el mundo de la política burguesa) u omisión (negativa argumentada -¡y con buenos fundamentos! a continuar el combate). La lucha, en cambio, no tiene opciones. Sólo afrontar las múltiples tareas planteadas por el deterioro en la conciencia social, la confusión ideológica, la fragmentación y el debilitamiento organizativo, la inseguridad y el temor que en cada militante supone la adición combinada de estos flagelos.
Atención compañeros y compañeras: no cabe el pesimismo ante esa descripción. Menos por menos da más. La suma algebraica de factores negativos cambia de signo cuando se integra la realidad avasallante de la crisis capitalista y la aparición de movimientos hasta ayer inexistentes en el mundo desarrollado. Antes de eso, irrumpió en el panorama mundial la movilización de masas en el mundo árabe. Están allí, en el umbral, fuerzas potencialmente imbatibles en el Lejano Oriente. Antes aún, como trazándole un rumbo a la insurrección de un mundo naciente, en América Latina reaparecieron la revolución y el socialismo como realidad y perspectiva.
El paisaje cambia desde esa perspectiva. Aun víctimas de los inevitables derrumbes en el transcurso de la agonía capitalista, como parte inseparable de la revolución latinoamericana es posible pensar y dar forma a la arquitectura de un mundo futuro. Usted elige: dispone su fuerza y su vida para profundizar la mentira capitalista, o se suma al esfuerzo colectivo por trazar un rumbo antimperialista y socialista.
en cuanto las venta de casas como anda argentina? hay un incremento? buena entrada!
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