Muchas razones explican por qué el gobierno ganó las primarias con un 50% de los votos. Ninguna de ellas tienen que ver con la afirmación de los intereses de la nación y del pueblo: el pago de la deuda externa y la entrega de las riquezas naturales, sigue como en los peores tiempos; la distribución de la riqueza no ha cambiado un ápice su naturaleza regresiva.
En cambio, expresa la destrucción de los partidos tradicionales del capital y la imposibilidad de burgueses e imperialistas para levantar candidatos presentables, capaces de capitalizar el enorme rechazo social generado por el elenco gobernante. Por eso, tras el saldo del 14 de agosto, todas las usinas de las clases dominantes se pusieron en marcha para catapultar a Hermes Binner para el 23 de octubre. El Pro de Macri llegó a defender la idea de que Alfonsín y Duhalde renunciaran y apoyaran a Binner.
Arrasados la UCR y el PJ disidente, pulverizado el PJ oficial, desaparecido el aparato de Elisa Carrió, el frente socialdemócrata-socialcristiano plasmado en el Frente Amplio Progresista es la única variante del sistema con alguna chance de ocupar el vacío que desde ahora mismo comienza a devorarse al gobierno. Los trabajadores, las juventudes, la militancia revolucionaria dispersa, tienen que afirmar un punto de encuentro programático y organizativo. Eso es el programa del Alba y la puesta en marcha de una Federación de tendencias, agrupamientos y organizaciones de base para plantearle al país la alternativa revolucionaria que la crisis capitalista mundial reclama.
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