Otra
vez la Inteligencia venezolana logró abortar la intentona ultraderechista que
incluía la participación de militares ligados a la Fuerza Aérea. Pero es
evidente que quienes conspiran en las sombras y reciben cobertura económica
desde el exterior lo van a seguir intentando y de allí la necesidad de que la
solidaridad internacional se mantenga en alerta permanente. El acoso que hoy
está sufriendo la Revolución Bolivariana lleva el sello característico de los
planes subversivos generados por el gobierno de Estados Unidos.
La
escalada actual se da en un momento internacional complejo por donde se lo
mire, pero a diferencia de aquellos años en que otra Revolución, la cubana,
estaba dando la batalla en solitario, hoy existe una Latinoamérica-caribeña que
ya no se considera patio trasero de ningún imperio.
Este
nuevo intento golpista incluía guarimbas, una proclama anunciando un gobierno
de transición leída por el ahora detenido general Oswaldo Hernández y, por
último, el magnicidio a través del bombardeo del lugar exacto donde el
Presidente iba a participar de la Marcha de la Juventud. Como epílogo, más
temprano que tarde, primero Washington y luego otros países tradicionalmente
hostiles al mandato chavista reconocerían a los criminales.
Los
ataques arreciaron el pasado 2 de febrero, con el anuncio de nuevas sanciones
por parte del Senado norteamericano y prosiguieron el 8 del mismo mes, cuando el
general Vincent Stewart, director de la Agencia de Inteligencia del
Departamento de Defensa en Estados Unidos, anticipó, en una comparecencia ante
la Comisión de Asuntos Militares de la Cámara norteamericana de Representantes,
que Venezuela enfrentará “protestas masivas” en los meses previos a las
elecciones legislativas previstas para este año.
Tampoco
sorprende a nadie que el “operativo desgaste” incluyera todos estos meses la
guerra económica, organizada por una burguesía parasitaria que provoca desabastecimiento
(a una escala rayana en la criminalidad), especulación financiera con el dólar
como buque insignia, y la amenaza latente de nuevas y violentas protestas,
preanunciadas por las redes. Arropando ese escenario, juega un papel
fundamental el terrorismo mediático nacional e internacional, falseando la
realidad.
A
pesar de todo ello los ataques hacia Venezuela están destinados a fracasar y,
por el contrario, aislarán a la nación norteamericana del mundo. Para que eso
ocurra es indispensable fortalecer aún más la organización popular puertas
adentro del país y seguir atizando el fuego de la solidaridad y la denuncia
fronteras afuera.
En
este último aspecto, cada uno de los cuerpos de autodefensa integradora que
primero Hugo Chávez y ahora la actual política exterior venezolana han ido
construyendo se manifiestan en los distintos puntos del continente, donde se
percibe a la Revolución como propia.
Como
ejemplo allí está la declaración de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de
Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (Alba-Tcp), donde se afirma
que “la aplicación reciente de sanciones unilaterales por parte de la Casa
Blanca contra funcionarios venezolanos es un atropello a la voluntad
democrática de esa nación suramericana expresada en innumerables procesos
electorales y representada en la legitimidad de su liderazgo político e
institucionalidad”.
La
misma respuesta surgió de la última Cumbre de la Celac, en Costa Rica, y de los
Cancilleres de la Unasur, foros en que el gobierno y el pueblo venezolano
obtuvieron amplio respaldo de parte de los países de la región. Sabedor de que
el clima que se vive en el continente preanuncia fuerte borrasca, Evo Morales
aseguró al mandatario venezolano que estaría “en vigilia permanente junto a
presidentes de América Latina y el Caribe” para acompañar a Venezuela en la
lucha contra la arremetida de Estados Unidos.
El
otro eje de intervención solidaria son los pueblos: los millones de ciudadanos
y ciudadanas del continente que al calor de la experiencia venezolana han ido
recuperando, ellos también, su autoestima. Gente que sabe mejor que nadie
cuánto se ha podido avanzar en estos años a nivel de inclusión del pueblo
venezolano, pero que no ignora que el intento por derrocar a la Revolución
Bolivariana es un objetivo de primer orden para la derecha internacional. Desde
esa constatación es que abogan por dar la batalla de ideas –punto clave en esta
contienda– en el plano ideológico-cultural. Y no sólo eso, sino que están
dispuestos a movilizarse en cada país. Una premisa a efectivizar en lo inmediato.
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