Solidaridad
internacionalista
En medio de la batalla contra la
“guerra económica” y a punto de lanzar un ataque frontal al contrabando de
extracción, con el que la burguesía y mafias asociadas desangran el
abastecimiento en toda Venezuela, el gobierno de Nicolás Maduro hallу tiempo
para envarar un poderoso movimiento de solidaridad con Palestina y, a la vez,
organizó un Foro de debate y denuncia, “Imperialismo financiero y fondos
buitre”, en solidaridad con el pueblo argentino agredido por esa vanguardia de
la usura capitalista. El 12 de agosto, tras las exposiciones de la ministra de
Comunicación Delcy Rodríguez y el canciller Elías Jaua, se sucedieron las
ponencias de invitados internacionales y venezolanos, las cuales expusieron y
analizaron el mecanismo de expoliación montado a través del endeudamiento
forzado para contrapesar la crisis estructural del sistema capitalista. Al dнa
siguiente, también con la presencia de los invitados internacionales al Foro,
el canciller encabezó un acto pъblico en la Plaza Bolívar de Caracas, donde una
multitud recibió la palabra del ministro de Relaciones Exteriores de Palestina,
Riad al Malki. Lejos de debilitar el combate interno contra la
desestabilización, estas acciones solidarias colocan en su verdadera dimensión
y proyección la defensa de la Revolución Bolivariana.
Partido y continuidad
revolucionaria
No
hubo sector de la sociedad y la política venezolanas ajeno al desarrollo y
desenlace del III Congreso del Partido Socialista Unido de Venezuela. Unos a la
expectativa de una estrepitosa división; otros esperanzados con el golpe de
timón que corrigiera errores y desviaciones; no pocos alertas a la anunciada
confrontación interna que mostraría supuestas rivalidades inconciliables y
abriría espacio para la conformación de nuevas fracciones de peso; otros, por
fin, a la espera de que un resultado inocuo probara la tesis de que un partido
es un mero aparato para conducir incautos y obtener resultados electorales.
Todos
tenían algún asidero para sus previsiones. Pero sólo acertaron aquellos que
apostaron al fortalecimiento y radicalización del Psuv. Entre los días 26 y 31
de julio, las sesiones fueron trazando un curso que acabó sorprendiendo a casi
todos.
Dos
componentes cruciales de cualquier Congreso partidario alertaban sobre la
posibilidad de un resultado mediocre: la elección de sus delegados y los
documentos iniciales puestos a debate de los organismos de base del Partido.
Del millar de delegados, la mitad estaba compuesta por funcionarios de
diferente rango en el aparato del Estado, entendidos como “delegados naturales”
al Congreso. La elección de la otra mitad no dejó en todos los casos satisfecha
a la totalidad de la militancia activa. Los textos originales puestos a debate,
por su lado, fueron criticados desde diferentes ángulos, alegando una
verbosidad a veces excesiva e imprecisa y, peor aún, con ausencia de
definiciones esperadas por los sectores más enérgicos del Psuv.
No
obstante, en la segunda jornada del Congreso, sendas intervenciones no
previstas de Diosdado Cabello y Nicolás Maduro cambiaron por completo el clima
de las deliberaciones. Un sesgo neto de mayor radicalidad y su obligada
contraparte, la defensa de la participación democrática y plena de la
militancia en la vida corriente del Partido, mostraron una estructura
organizativa vital y la determinación de su dirigencia de ponerla a la altura
de los gravísimos desafíos que afronta la Revolución Bolivariana. Era palpable
que esas intervenciones interpretaban el sentimiento profundo del Partido, de
los debates previos y de un elevado número de delegados acaso a esa altura un
tanto escépticos respecto de los resultados que esperaban.
Sucesivas
intervenciones de dirigentes tales como Rafael Ramírez y Jorge Arreaza,
presidente de Pdvsa, ministro de Petróleo y Minería y vicepresidente para la
Economía el primero, Vicepresidente Ejecutivo el segundo, respaldadas por una
sucesión de intervenciones en la misma tónica, por parte de connotados cuadros
fundadores del Partido, ratificaron el curso unitario, democrático y radical
del Congreso.
Esto
quedó reconfirmado al día siguiente, en la sesión de clausura, con un discurso
en el que Maduro plantó con claridad y firmeza el rumbo revolucionario y
socialista del Psuv. En consonancia con la línea siempre afirmada por el comandante
Hugo Chávez en todo el proceso de formación y desarrollo del Partido, ese curso
es inseparable de la participación democrática de las bases. Una corriente
eléctrica hizo temblar al Congreso cuando Maduro dijo que, a partir de ese
momento, quedaba estrictamente prohibida la cooptación de cuadros de dirección
y que sólo el Presidente del Partido –él mismo– podía eventualmente proponer la
cooptación.
Así,
muy lejos del estallido divisionista, e incluso de la manifestación de
rencorosas divisiones como las que aquejan a la oposición burguesa, el Congreso
del Psuv concluyó con una prueba adicional de unión revolucionaria desde la
base a la máxima dirección y, de pareja importancia, con la reafirmación de una
línea de acción contraria al conciliacionismo y el reformismo.
La crisis de la MUD y
el carácter de la oposición en Venezuela
La Mesa opositora hoy, unidad… de
cuidados intensivos
Un
elemento que aparece hoy con absoluta claridad en Venezuela es la crisis
abierta en la MUD, sigla adoptada en junio de 2009 por la coalición que opera
dentro y fuera del país con la intención de poner fin a la Revolución
Bolivariana. La sigla lejos de aclarar oscurece, pues encubre la realidad de
dicha Mesa, que de unida tiene muy poco y de democrática menos aún.
El
calado de la crisis de la Mesa opositora apunta en las declaraciones
enfrentadas de sus voceros, sus reproches cruzados y el reconocimiento por
parte de algunos de ellos de su creciente desconexión con sus seguidores, fruto
del fracaso de las aventuras y atajos de nuevo ensayados y de su carencia de
propuestas capaces de interesar a la mayoría de venezolanos. Sus repetidas
derrotas y sus recelos mutuos han desembocado en la actual crisis de la MUD.
Crisis que ha conllevado una salida no prevista: la renuncia del secretario
general de la Mesa y su adlátere, el secretario adjunto. La derecha opositora
salta en pedazos ante el disgusto de la mano imperial que la financia, alienta
y busca cómo recomponer ese mosaico de intereses y ambiciones personales para
seguir desestabilizando el proceso revolucionario. Ardua tarea la del Imperio.
La lógica del engaño y el autoengaño impregna la visión y la conducta de sus
peones venezolanos empecinados en lo que Robert Trivers llama la insensatez de
los necios.
Los factores de la crisis opositora
Esta
crisis responde a múltiples factores: ausencia de un proyecto de país más allá
de la recuperación del control sobre la renta petrolera y la sumisión a los
intereses y valores del Imperio del Norte; derrota política continuada tanto en
las urnas como en sus aventuras golpistas; querellas internas en la disputa por
el liderazgo opositor… Es una crisis de raíces profundas y difícil salida, pues
¿cómo remontarla sin negar su propia naturaleza clasista y subalterna a los
citados designios foráneos?
Sus
reiterados errores de análisis tienen mucho que ver con su incapacidad de
percibir al país real. Así, imaginaron que la desaparición física de Hugo
Chávez supondría la muerte del chavismo. Craso error, como quedó de manifiesto
en las elecciones presidenciales y municipales de 2013 y en el reciente
Congreso del Psuv. No han entendido que el chavismo es un proyecto histórico
con hondas raíces populares, dispuesto a profundizar el legado de Chávez, la
conquista de una Patria libre y soberana que camina junto a los pueblos
nuestroamericanos rumbo a un socialismo propio basado en el Poder Popular.
Soñaron
que lanzando acciones violentas de calle vinculadas a la agitación de un puñado
de estudiantes acomodados conseguirían tumbar al presidente electo Nicolás
Maduro, tras aislarlo internacionalmente. Imaginaron que los chorros de dólares
para financiar la desestabilización y comprar mercenarios dentro y fuera del
país harían el resto. También en esto se equivocaron: ni el pueblo ni el
gobierno bolivariano con su Presidente al frente iban a dejarse chantajear por
la violencia fascista; frente a ésta, la unión cívico-militar mostró su
fortaleza y desbarató sus planes criminales y aventureros. Y la solidaridad de
pueblos y gobiernos latinoamericanos con la democracia bolivariana los dejó
solos junto a sus amos imperiales. En resumen, como se dice en criollo, “no
pegaron una”.
Eso
sí, destrozaron instalaciones, quemaron autobuses, segaron vidas de ciudadanos
asesinados con guayas y tiroteados al limpiar calles obstruidas… Unos incitaban
a una “Salida” inmediata y otros callaban por si la cosa cuajaba. Si un sector
aceptaba sentarse a iniciar el diálogo propuesto por el gobierno bolivariano,
otro lo tildaba de traidor y le conminaba a patear la mesa. Todo ello ante el
cansancio y la confusión manifiesta de sus seguidores, de quienes se
desconectaban cada día más. No es de extrañar que de esos polvos vinieran los
lodos de la actual crisis de las instancias opositoras.
Lo que no entiende ni entenderá la derecha
opositora en crisis
El
clasismo elitista de una derecha encarnada por una mezcla de personajes
procedentes de la vieja casta política cuarto republicana y por impacientes
aspirantes a un nuevo liderazgo, inmensamente incultos aunque sobrados de arrogancia
y ambiciones, no augura demasiados cambios en lo fundamental: su incapacidad de
ofrecer una alternativa capaz de interesar al conjunto de la sociedad
venezolana. Su desconocimiento y desprecio de las vivencias y valores de las
mayorías populares, no les permite
comprender una realidad nueva que llegó para quedarse: un pueblo digno y
consciente, al que ya no pueden engañar, capaz de entender los intereses en
juego en el conflicto social y dispuesto a defender su protagonismo en las
conquistas logradas con la Revolución Bolivariana. Esto explica la profundidad
y el carácter estructural de la crisis de la derecha opositora en Venezuela,
una crisis que no superará con más aventuras, llámense éstas “Salida”,
“Congreso Ciudadano”… Pues todo indica que se trata de una crisis que también
llegó para quedarse.
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