El Espejo de Argentina y el Mundo

Año XX - Nº 226 (Segunda época)
Septiembre 2015

5 de agosto de 2014

Obama y un discurso transparente




De la misma manera que suele decirse que hay imágenes que valen por mil palabras, hoy toca señalar que ciertos discursos, como el recientemente pronunciado por Barack Obama en la Academia militar de West Point, ayudan a clarificar en toda su extensión de qué se trata cuando se habla del Imperialismo.
Partiendo del criterio por él mismo formulado, de que “Estados Unidos es la única nación indispensable”, y el agregado de que “eso fue así en el siglo pasado y seguirá siéndolo en el próximo”, Obama no ahorró ejemplos para demostrar que la fuerza militar  es, y siempre será, “la espina dorsal” de una expansión que sueña consolidar en todo el planeta. Puso el acento en lo que significó para “la democracia de esos pueblos” la intervención en Irak y Afganistán, mencionando muy a la ligera que no todo había salido a pedir de boca en sus maniobras injerencistas. No contó, claro está, a los millones de muertos y desplazados, ya que esos son “daños colaterales”. También justificó la necesidad de pararle los pies a Rusia “junto a nuestros aliados de la Otan” y “la ayuda inestimable del FMI”, en la crisis que ellos mismos indujeron en Ucrania. Abogó por generar el clima óptimo para seguir hostilizando al gobierno sirio, y cuidar los intereses de sus aliados en Bagdad, ahora puestos en peligro por los mismos mercenarios que armaran sus muchachos del Pentágono.
“Estados Unidos usará su fuerza militar, unilateralmente si es necesario, cuando nuestros intereses básicos lo exijan”, amenazó Obama, dando cuenta de que Europa no debe mirar a un costado a la hora de luchar contra “el terrorismo”.
Por último, no quiso que hubiera espacio para ningún tipo de dudas sobre las intenciones que alberga el Pentágono de aquí en más, puntualizando que “Estados Unidos debe siempre liderar en el escenario internacional. Si no lo hacemos nosotros, ningún otro lo hará”, dijo, volviendo a poner énfasis en lo que significó toda la estructura ideológica de su discurso: “Me apoyaré cada vez más en los militares para que tomen el liderazgo”.
Es en este marco que hay que analizar las continuas agresiones que sufre el proceso revolucionario bolivariano y que han cobrado excepcional magnitud desde que comenzaran las acciones golpistas en el mes de febrero, a través de acciones violentas e intentos indiscutibles de culminar con el derrocamiento del gobierno legítimo de Nicolás Maduro.
Venezuela es, de hecho, un laboratorio en el que el imperialismo utiliza todo tipo de fórmulas.
No sólo Obama, sino en forma más evidente, han sido el secretario de Estado, John Kerry, la subsecretaria Roberta Jacobson, o más recientemente el vicepresidente Joseph Biden, los que se han encargado de arropar descaradamente a los sectores más agresivos de la oposición y suministrarles en su momento, aire para que continuaran con guarimbas que dejaron el saldo de más de cuatro decenas de muertos.
Es indudable también, que en ese afán explicitado por el presidente estadounidense de “liderar el planeta”, todo lo que viene ocurriendo en el continente latinoamericano, a nivel de integración y generación de anticuerpos, complica esos planes. Sin embargo, el Imperio no deja de incursionar, buscando concretar su objetivo de arrasar con los gobiernos y los pueblos que le plantan cara. Es por ello, que sigue afianzando sus  bases militares, acelera los Tratados de Libre Comercio y gestiona la Alianza para el Pacífico, envía más y más “misiones culturales” patrocinadas por la Usaid, o en algunos casos, como acaba de ocurrir en Argentina, genera la intervención de la mismísima Corte Suprema de Estados Unidos para intentar asfixiar económicamente al país.
Con Venezuela, estas “recetas” desestabilizadoras han sido probadas a lo largo de estos quince años de mandato bolivariano, convirtiendo al país en uno de los más atacados, pero también el que mayor empeño ha puesto (indudablemente junto a Cuba revolucionaria) en desbaratar cada uno de estos embates.
La injerencia norteamericana es descarada. No ha dudado en involucrar a algunos de sus funcionarios, como es el caso del embajador en Colombia, Kevin Whitaker, en un plan que contemplaba el asesinato del presidente Maduro, a partir del estrecho relacionamiento que este diplomático mantiene con dirigentes de la oposición violenta, como es el caso de María Corina Machado, el periodista Nelson Bocaranda o el prófugo Diego Arria.
Frente a cada uno de estos intentos, el pueblo y el gobierno venezolano, firmemente unidos con su Fuerzas Armada han ido demoliendo los intentos explicitados por Obama en West Point. La fórmula, por sencilla, no deja de ser efectiva: hablar sin eufemismos de los enemigos de la soberanía venezolana y también de la región, actuar con la Constitución en la mano, apelando al estado de derecho para acorralar a los violentos, y por último, continuar profundizando los logros de la Revolución. Hechos y no palabras que le aseguran seguir cumpliendo con el legado del Comandante Supremo Hugo Chávez.

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