Por
Luis Bilbao
No fue a causa del
accionar de un individuo que en la última década el damero internacional sufrió
un drástico vuelco. Fuerzas desatadas por la lógica interna del capital
movilizaron cambios de tal magnitud que, en el fugaz lapso de una década,
dibujaron un nuevo mapa geopolítico, todavía no cabalmente interpretado, en el
cual Estados Unidos ha perdido su antiguo lugar de centro del equilibrio
planetario y jefe inapelable en las cuestiones esenciales de la economía, la
política y la guerra.
No fue a causa del
accionar de un individuo, claro. Sin embargo, la intuición profunda de ese
cambio en ciernes y la voluntad de intervenir con un programa y una estrategia
capaces de orientar la coyuntura histórica hacia la consolidación de un mundo a
la medida de las necesidades humanas, fue el rasgo distintivo de Hugo Chávez. Y
puede asegurarse que su papel no sólo pesó de manera determinante en el curso
inicial de esos cambios, sino que trascenderá en los períodos por venir. Nadie
como Chávez entrevió la dinámica que desagrega el poder imperial y al
imperialismo mismo, ni actuó con la lucidez y el coraje necesarios para
ubicarse como fuerza dirigente. Por eso Venezuela está hoy en el centro del
escenario mundial.
Honrosa responsabilidad
para el gobierno que en pocas semanas presidirá Nicolás Maduro. Carga histórica
para los trabajadores y el pueblo de un país relativamente pequeño, con escasa
población, de economía todavía subdesarrollada y dependiente, que sin embargo
pesa y pesará con fuerza multiplicada en el futuro de las relaciones de fuerzas
internacionales y en diseño del mundo que viene.
Como ocurriera en el
siglo XIX en el hemisferio por influjo de Bolívar, pero en mayor dimensión
todavía, Venezuela gravitará en este siglo XXI a escala global. Tal el
resultado de la política internacional de Hugo Chávez en los últimos quince
años.
Práctica
y teoría
Pocos comprendieron y
menos acompañaron el itinerario por el cual Chávez lograría esa intervención
fulminante. La clave puede hallarse en un concepto central, dos instrumentos
transnacionales y una impar energía acompañada del coraje político
imprescindible para romper con la diplomacia capitalista.
Antes de entrar en eso,
un paréntesis necesario: la causa por la que pocos, específicamente en el arco
de izquierdas, comprendieron a Chávez y lo acompañaron, está asociada con un
hecho tan resonante como olvidado. En 1920, el Segundo Congreso de la IIIª Internacional hizo algo
para muchos todavía hoy desconocido: cambió la consigna central con la que Marx
y Engels trazaron el rumbo estratégico de la Iª Internacional: "Proletarios del mundo
uníos". Presidida por Lenin y Trotsky la Internacional Comunista
reemplazó ese grito de guerra por otro: "Proletarios y pueblos oprimidos
del mundo, uníos". Era, nada menos, la incorporación de la noción de
países sometidos a las metrópolis del capital y el concepto de frente único
antimperialista.
Poco importa si Chávez
había estudiado o no aquellos documentos claves en la historia del pensamiento
revolucionario. El hecho es que se guió por esa estrategia: unir en todos los
planos y en todo el orbe, a todo el amplísimo espectro de clases, sectores y
gobiernos de una manera u otra confrontados con el imperialismo.
Aparte su inigualada
militancia internacional (está todavía por trazarse el mapa de los innumerables
viajes realizados en estos quince años), Chávez apeló a dos instrumentos
transnacionales: uno para chocar de frente con él: Alca; el otro para
construirlo desde la nada: Alba.
Recuerdo como si hubiese
ocurrido ayer la rueda de prensa final de la Conferencia de
presidentes del Caribe, el 13 de diciembre de 2001. En su transcurso, Chávez
anunció la creación de una organización cuya sigla, dijo, había concebido
mirando el horizonte marino en la madrugada de ese día: Alba. Mientras
desgranaba esos conceptos, intuí que esa propuesta de formidable proyección
estratégica pero carente de toda articulación real, era un llamado apasionado
al mundo para comprender y actuar. Sólo un presidente respondió: Fidel. En los
años siguientes muchas veces Chávez narró, con su conocido sentido del humor,
la anécdota que pinta de manera inequívoca la realidad de entonces: "al día
siguiente -contaba Chávez- Fidel me mandó una cartica pidiendo que le enviara
los documentos del Alba. ¡¿Qué documentos?! ¡¡No había nada!!". El hecho
es que poco después, Cuba y Venezuela fundaban la Alianza Bolivariana
para los pueblos de nuestra América, inicialmente llamada Alternativa
Bolivariana para los pueblos de nuestra América.
Contra
el Alca
Antes de eso, ya Chávez
había comenzado la batalla crucial contra el Alca. Y lo había hecho, desde
mediados de 2000, en frente único con un presidente ajeno al curso
revolucionario ya en marcha en Venezuela: el brasileño Fernando Henrique
Cardoso, quien actuaba en función de los intereses de la gran burguesía
paulista, pero inequívocamente enfrentado con Estados Unidos y su plan de
activar la Asociación
de Libre Comercio de las Américas, Alca.
Una cita propia de un
texto publicado en abril de 2001 puede traer a la actualidad el clima de
entonces:
"Las causas de
fondo por las cuales la gran industria brasileña se opone a levantar toda
restricción aduanera en el continente son demasiado obvias; no es preciso ser
especialista para comprenderlo: «desde el punto de vista de las exportaciones,
la industria brasileña corre el serio riesgo de perder participación en el
mercado interno, el producto brasileño tendrá que enfrentar la competencia
extranjera, que puede ser mejor y más barato que el nacional», reconoce O
Estado de São Paulo (4/4/01) el más poderoso diario brasileño (...) lo cierto
es que (Cardoso) invitó a una reunión de urgencia en Brasilia al presidente
venezolano Hugo Chávez, quien como era de esperar no dudó en cambiar de
inmediato su agenda para acudir a lo que sería su octavo encuentro con Cardoso
desde que asumió la presidencia en 1999 (...) la conformación del eje
Brasilia-Caracas dejará su impronta incluso si el 'jeito mineiro' (las
vacilaciones de las cúpulas gubernamentales brasileños), impiden que en torno a
él comience a girar un bloque confrontado con las imperativas urgencias de
Washington". Este artículo, publicado en Le Monde diplomatique, se
continuó con otro cuyo título es suficiente para informar al lector: "El
bloque Brasil-Venezuela impide la anticipación del Alca".
Con esa argamasa
paciente e incansablemente trabajada, Chávez llegó, ya con otros protagonistas
en la región, a asestar el golpe más duro y trascendental que Estados Unidos
sufrió en términos estratégicos desde la derrota en Vietnam: el aplastamiento
del Alca, en la célebre reunión de Mar del Plata, en 2005. Él, su concepción
hondamente arraigada -explícita o no- de la consigna "Proletarios y
pueblos oprimidos del mundo, uníos", fue el artífice de esta crucial
derrota estratégica del imperialismo. Esos mismos conceptos lo guiarían para
dedicarle enormes esfuerzos al Grupo de los 15, la reactivación de la Opep, el Movimiento No
Alineados, Petrocaribe y cuanta instancia internacional ofrecía el más mínimo
resquicio para sumar fuerzas contra el enemigo imperial fuera y dentro de
Venezuela.
El
Alba
Aquella política avanzó
en un salto cualitativo con la creación del Alba y la sucesiva incorporación de
países, que en 2008 llegarían a la creación del Sucre, palanca fundamental de
ese proyecto, que desborda y eventualmente debe plasmar en un nuevo diseño del
sistema financiero internacional. Mientras tanto, en Venezuela tomaban cuerpo
los instrumentos estratégicos de la revolución: Consejos Comunales y, clave de
todo, el Partido Socialista Unido de Venezuela. Una antigua sentencia asegura que
la política internacional de un país es la prolongación de su política interna.
Desde 1998 Venezuela permite invertir esa noción: el plan de acción
internacional de Hugo Chávez y las nuevas relaciones de fuerzas regionales e
internacionales a que dio lugar, permitieron e impulsaron la radicalización
revolucionaria de la política interna.
Mientras impulsaba la
consolidación y crecimiento del Alba, Chávez forzó (es necesario entenderlo
literalmente) la transformación de Comunidad Suramericana de Naciones en Unión
de Naciones Suramericanas. No era simple ni principalmente su gusto por armar
siglas: es que la distancia entre comunidad para la integración y unión para la
emancipación debía ser salvada, al menos desde el nombre. Luego fue la Celac,
conquista real y potencial de efectos potencialmente trascendentales. Y la
incorporación de Venezuela al Mercosur. El ingreso de una fuerza
anticapitalista a otras tantas instancias donde predomina la mezquindad
capitalista y por eso se frenan o desvían constantemente, constituye una piedra
de toque en la estrategia de frente antimperialista y vitaliza estructuras a
menudo paralizadas y agónicas.
Por eso el Alba está en
el centro de esa estrategia: la definición por el socialismo del siglo XXI es
la clave de una unión que, en dependencia de la lucidez y el coraje de sus
componentes, eventualmente plasmará en formas de unidad superiores, en el
camino de la reivindicación efectiva de la Nación Latinoamericano-caribeña,
dando así el paso decisivo en confederación socialista de nuestros países. El
camino quedó trazado por Chávez.
La
Internacional
Pero esto,
con ser tanto, no es todo. Chávez siempre subrayó la diferencia entre unidad de
gobiernos y unidad de los pueblos. Amarradas sus manos por un momento histórico
que le obligaba a avanzar primero y principalmente a través de formas diversas
de frente único antimperialista con los más dispare gobiernos y gobernantes,
llegó en un punto a intentar darle carnadura real al único instrumento que
puede hacer realidad la consigna "Proletarios y pueblos oprimidos del
mundo, uníos". Y fue así que convocó el 21 de noviembre de 2009 a la
construcción de la Vª Internacional.
Es paradójico
que habiendo avanzado tanto en el terreno donde lidiaba con jefes de Estado que
recelaban de él y ponían una piedra a cada paso, no tuviera la posibilidad de
ganar terreno allí donde los convocados eran partidos de izquierda,
organizaciones sociales, militantes y cuadros revolucionarios. Paradojal y
elocuente: el hombre que rescató del olvido y el oprobio conceptos cruciales
como Revolución, Socialismo, Partido, Internacional, no fue comprendido por
quienes en teoría debían estar por delante del comandante. Le pasó lo mismo en
su primer paso decisivo hacia la revolución y la gloria: en el levantamiento de
1992 por regla general las izquierdas lo dejaron solo en Venezuela y el mundo.
Es también elocuente que, pese a eso, Chávez, acompañado e impulsado por
millones, produjera el hecho más relevante en el último medio siglo: el
renacimiento del socialismo.
Ocurrirá lo
mismo en el porvenir próximo: los hombres y mujeres que sí comprendieron y
acompañaron a Chávez, tomarán su bandera y la llevarán adelante, hacia el
futuro, hacia la emancipación de América Latina y la humanidad toda. No hay
grandilocuencia ni pizca de misticismo en esto: el camarada muerto es un
hacedor de historia porque sintió las necesidades más hondas de los pueblos,
porque intuyó con destellos geniales la marcha de la crisis mundial más grave
de la historia y porque supo darle respuesta.
Post
scriptum:
Mientras completo estas
notas desde mi mesa de trabajo en Buenos Aires, me anuncian desde Caracas que
comienza el funeral del comandante. La presencia de 54 jefes de Estado y una
decena de otros altos mandatarios en los funerales del Presidente prueba la
efectividad de su política internacional. Una encuesta publicada por The
Washington Post asegura que el 18% de los estadounidenses reivindica a Chávez.
En Argentina es el 40% de adherentes. ¿Qué otra prueba es necesaria?
Al ver la ceremonia tomo
conciencia de que ya no podré consultar estas opiniones con el más lúcido
dirigente revolucionario de los últimos tiempos. Ya no tendremos su palabra
viva. Y aún escribiendo sobre eso, no es posible asimilar la pérdida.
El Psuv, el gobierno
revolucionario, el pueblo venezolano y los revolucionarios de todo el mundo que
asuman la tarea de la hora, habrán de superar el golpe y llevar adelante el
trazado de la estrategia antimperialista y anticapitalista. Hasta siempre
compañero comandante, no daremos reposo al alma en la consecución del combate
por el socialismo.
(Texto
publicado en Correo del Orinoco – Venezuela)
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