Revolución y
contrarevolución
Ante la alternativa de votar entre Hugo Chávez y Capriles
Radonsky hubiese votado por Capriles. Esa fue la respuesta, taxativa del
dirigente del Partido Socialista, integrante del Frente Amplio Progresista
(FAP), Hermes Binner en un programa de
televisión. Esta vez sin ambigüedad. Mientras multitudes en Venezuela y el
mundo vibraban ante la muerte del comandante Hugo Chávez, cuando los
revolucionarios/as y los pueblos de todos los continentes asumían la
continuidad de la lucha antimperialista, por el Socialismo del siglo XXI.
No hay casualidades. América Latina es en esta etapa
histórica el punto de reagrupamiento revolucionario y del renacer de las ideas
del socialismo. La socialdemocracia y el socialcristianismo buscarán cumplir su
papel de freno y parálisis de la revolución. La reciente designación del
jesuita argentino Jorge Bergoglio como Papa refuerza la operatoria de tenazas.
No es necesario afirmar aquí la complicidad y el alineamiento de la iglesia
y de
figuras como Bergoglio en los años de dictadura; y luego en el ocultamiento y la omisión en
las denuncias de los organismos de Derechos Humanos. Tampoco el ideario
misógino homofóbico del nuevo Papa.
Algo ratificará el lugar de Argentina a escala regional:
contribuir a la construcción del Alba y la emancipación de Nuestramérica o ser
cabecera de playa de la reacción bajo ropaje progresista.
La sabiduría ancestral de la iglesia instrumentó en los años
80 su ofensiva conservadora con la figura del Papa polaco Juan Pablo II. Estaba
entonces allí la base contrarrevolucionaria anticomunista con la caída de los
países del Este y la
Unión Soviética. Había que destruir la teología de la
liberación y las batallas de liberación en América Central y la Revolución Sandinista.
No hay espacio para la confusión, las dudas o los términos
medios. Las fronteras son claras y las posiciones sólo podrán ser netas.
Quienes dicen asumir las banderas de la continuidad de la Revolución, la defensa
de la Patria Grande,
deberán, deberemos definir en cada geografía y en Argentina en particular
nuestro lugar en este desafío gigante.
Ningún electoralismo especulador, ningún oportunismo puede justificar la
conciliación, la trampa y la claudicación. Sólo la fuerza de la Revolución, las ideas
claras, los pasos dignos, pueden forjar las herramientas políticas que en cada
país y a escala internacional se requieren para esta nueva oportunidad.
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