No es Ñáñez contra Víctor Acha, es el Vaticano contra la Iglesia de los Pobres
La consagración episcopal de Marcelo Cuenca en el 2010 fue todo un aviso. En una Arquidiócesis que tímidamente quería abrir la participación de la comunidades en su diseño pastoral, el sacerdote que abiertamente representa a los sectores reaccionarios, conservadores, fundamentalistas, y que también abiertamente se oponía a estos “tímidos” avances, no solo es nombrado Obispo por Benedicto XVI si no que el embajador vaticano viene a su consagración en la mismísima Catedral de Córdoba, en las narices de Carlos Ñáñez quién trato que tal afrenta pasara desapercibida y olvidada para la opinión pública. El acontecimiento no fue comunicado a la prensa. El Grupo Enrique Angelelli decía en el texto “Para qué y quién elige un obispo” : “No podemos dejar de señalar con estupor que, otra vez, desde el más alto poder eclesial jerárquico y monárquico, se fortalece una línea conservadora, restauradora, derechosa, afín a corrientes como el Opus Dei. No es la primera vez, no sucede solo en estos pagos”
El enfrentamiento cultural de esta Iglesia oficial con gran parte de la sociedad argentina, y dentro de su propio seno, en torno a la ley del “Matrimonio Igualitario”, desnudó, una vez más, su rostro conservador, autoritario, dogmático, patriarcal y excluyente para con todos y todas los que entendemos que “es posible otra Iglesia y otro mundo”. Esta contienda se agudiza en la Diócesis de Córdoba.
Los sectores de la derecha eclesial conservadora, no van a perdonar la voz que, desde este lugar, desafió a toda la parafernalia episcopal y sus aliados. Una voz que desde hace años viene siendo un eco de la voz de los profetas y los mártires.
La Institución Iglesia, no solo es funcional a las ideologías de dominación, si no que forma parte de esas mismas ideologías porque hace daño a la conciencia ética de la humanidad, queriendo imponer un modelo cultural hegemónico, aunque se revista de un ropaje lingüístico actualizado. La “restauración conservadora” iniciada en período de Juan Pablo II, ha tomado, con Benedicto XVI, nuevos bríos, más enérgicos, más decididos, mas punzantes. Por eso debe ser denunciada, desenmascarada y combatida.
En este conflicto inevitable, el uso de los Medios de Comunicación Social, es imprescindible y urgente. La Institución no le teme al poder económico, ni al poder político, le teme al “cuarto poder”. Porque solo este poder comunicacional puede ir directo al lugar más fuerte y, a la vez, al “talón de Aquiles” de la Institución: el ocultamiento. La Institución guarda celosamente sus secretos más íntimos, y esa verdad bien cuidada es fuente de poder. Pero cuando esa muralla es derribada por los MCS y se desnuda esa verdad silenciada, pierde poder y tambalea su seguridad.
En el caso de la Parroquia de Nuestra Señora del Valle, no se quiere intervenir cuanto antes, por tratarse de una comunidad parroquial en particular o por su Párroco, Víctor Acha, como si se tratase de un problema personal.
Se quiere arrasar con esa “otra Iglesia posible”, con lo mejor de sus luchas en Latinoamérica y en todos los Continentes. No son un hecho aislado, es un programa preconcebido, en continuidad con aquellas dos intervenciones vaticanas, con las que se quiso destruir a los teólogos de la Liberación y a sus teologías. Y en esto hay que reconocer que son coherentes con su modelo imperial. Cuanto más hemos avanzado nosotros en la concreción de “otro modelo”, ellos deben acentuar sus mecanismos de control, castigo y censura. Deben extirpar desde la raíz las fuentes de la heterodoxia, la división y el escándalo.
Por eso es el momento de “manifestar con acciones y compromisos públicos, con gestos y escritos, a través de los medios y de otras redes de comunicación virtual, este nuevo paradigma de comunión y de organización” (Idem) que no se reduce ni se limita a “lo religioso”, si no que, por el contrario, presupone y se orienta a un modelo nuevo de humanidad.
Este es el desafío, limitarlo a casos personales, o a situaciones de comunidades particulares, por más importantes que sean, es perder la perspectiva del conjunto. Ellos, la Institución, tienen esa perspectiva global. Avanzan por todo. No podemos quedarnos solo en una resistencia intimista. Hay que enfrentarlos donde más les duele, al estilo de aquella luz que ilumina las zonas oscuras de la realidad y la intimidad de los corazones y sus veladas intenciones.
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