Unir social y políticamente a millones de personas: ése es el objetivo.
Unidad social significa congregar multitudes en función de su lugar en la sociedad (básicamente asalariados, pero también millones de cuentapropistas, incluyendo a todos/as quienes en la producción y el comercio, en la ciudad y el campo, sufren la expoliación del gran capital local y extranjero, aun si se consideran a sí mismos "clase media").
Unidad política significa fijar como eje un objetivo programático para alcanzar y ejercer el gobierno, y no la coincidencia en perspectivas ideológicas, pertenencia religiosa, proveniencia partidaria o definiciones filosóficas.
No es posible perder un minuto y menos aún errar en lo fundamental, porque el precio sería dejar al país a merced de fuerzas irracionales ya desatadas. Es obligatorio actuar con el máximo de responsabilidad.
El punto de partida no puede ser sino la crisis del capitalismo mundial y su expresión cotidiana en Argentina, con la desagregación del poder burgués y de todos los partidos, incluidos los de izquierda. Entre los agrupamientos y cuadros militantes ya son mayoría quienes han comprendido que es imperativo y urgente encontrar el camino de fusión con las masas.
Pero entre la comprensión y la capacidad de actuar con la revolución como objetivo, entre la voluntad y la eficacia política, además de una estrategia acertada media la organización de ese conjunto multifacético ya expectante y ensayando los primeros pasos.
Se trata de pasar de las voluntades dispersas -y por eso impotentes- a una instancia capaz de comprender la realidad y actuar sobre ella como un puño lúcido y poderoso.
¿Cómo superar las diferencias de millares de cuadros y agrupamientos, sin por ello dificultar el desarrollo de cada particularidad? ¿Cómo timonear la transición pese a deformaciones culturales y políticas que condicionan nuestras conductas? Llegar a la meta implica un cambio de raíz de esa cultura, con origen en la historia internacional de la lucha de clases y rasgos particularmente malignos en nuestra propia idiosincrasia.
La lucha Federal es uno de esos rasgos del pasado que perduran hoy. Aspiramos a construir una Federación capaz de aunar millones de voluntades en todo el país y con la firme determinación de avanzar codo a codo con nuestros hermanos latinoamericanos encabezados por Cuba, Venezuela y Bolivia.
El concepto de federación, además de estar respaldado por la fuerza más sensible y constante de la historia Argentina, pretende atacar frontalmente un problema central de nuestra realidad, signada por dos rasgos principales:
a. no hay partidos con verdadero arraigo de masas, ni organizaciones de ningún tipo que representen en la práctica la voluntad de la clase trabajadora, el campesinado, las juventudes;
b. no existe organización, mucho menos una figura individual, con la autoridad política suficiente para que el conjunto de agrupamientos revolucionarios admita su hegemonía, siquiera temporalmente, como vehículo hacia una construcción conjunta.
Recaer -como lamentablemente ocurrió- en la intención de convertirse en eje obligado para la unión y cohesión de la vasta fuerza militante en todo el país, no sólo contribuye al fracaso de esa tarea, sino que implica recorrer el camino de la propia destrucción, como está a la vista.
La Federación que reivindicamos sólo puede basarse en Asambleas de base. Éstas tendrán su punto de partida en las fuerzas dispuestas a la construcción en cada localidad, lugar de trabajo, estudio o vivienda, región o provincia. A medida que se pongan en funcionamiento, de manera escalonada irán eligiendo representantes provisionales (revocables en cada Asamblea, si fuera preciso). Se llegará así a una instancia de dirección política provincial. Luego, cada una elegirá uno/a o más representantes para una dirección nacional, que a su vez designará de entre sus miembros un secretariado. Las Asambleas se auto-organizarán. Las de un mismo distrito se articularán de acuerdo con sus propios criterios y necesidades.
Los partidos, organizaciones y agrupamientos diversos, así como los cuadros no organizados, se expresarán como individuos. Sus ideas y capacidades organizativas se traducirán en la Asamblea. Y sus métodos de intervención serán puestos a juicio del conjunto. Ascenderán en la pirámide múltiple (en cada provincia y luego en el plano nacional), en la misma medida en que sean capaces de movilizar, reunir, organizar y convencer.
Cada organización o partido componente conservará su identidad, su expresión pública y sus publicaciones. No se forzará a nadie a subordinarse a otra cosa que los acuerdos democráticamente alcanzados en cada parte constitutiva, pudiendo cada partido, organización o individuo expresar libremente argumentaciones complementarias desde su particular posicionamiento ideológico y político y trabajar con ellos con entera libertad ante el conjunto organizado y frente a la sociedad.
Es deseable que a escala municipal provincial y nacional se creen órganos de difusión propios (radios, programas de TV, periódicos, páginas web, cartas informativas por internet, etc), a fin de tener una política unificadora en materia comunicacional.
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