Rosario
A los 36 años transcurridos desde el 24 de Marzo de 1976 presentan un campo propicio para la reflexión. Creo que las exigencias son hoy más abarcativas, más complejas y más exigentes que en otras décadas. Considero que el movimiento de derechos humanos dista de estar a la altura de las exigencias que esta etapa requiere.
Desde 1983 siempre hubo correlato entre los planes políticos y estrategias pro-impunidad y las recetas ajustadoras y excluyentes. Se trata de una estrategia muy elaborada, que intenta producir el convencimiento de que es imposible generar una superación al actual orden.
Cualquier intento en este sentido es caracterizado como algo atrapado en la celda del pasado, que no comprende la trascendencia del paso de la oscuridad dictatorial al “vergel democrático”. Es centrar el análisis en que la “democracia” es igual a la superación de la dictadura, cuando en realidad no ha habido ruptura sino continuismo y profundización del proyecto instalado por la dictadura.
Creo que este intento hay que denunciarlo y repudiarlo en cualquier instancia en la que se presente. Tratan de lavarle la cara al sistema e intentan hacernos creer que esta política de Derechos Humanos es viable con desnutrición, precarización laboral, con pobreza e indigencia, con concentración económica, con depredación de nuestros recursos.
Creo que existe una porción del movimiento de derechos humanos anclado en el pasado, y se estimula desde allí una política a partir del tema de los desaparecidos y el de la judicialización del castigo a los genocidas como eje fundamental y excluyente.
Hoy el pensamiento que más fuerte campea en el movimiento de derechos humanos plantea como horizonte un capitalismo menos voraz, un poco más retocado, menos salvaje, más distributivo.
Nosotros decimos que esto vuelve a ser un límite y la posibilidad de un nuevo fracaso. Queremos que el movimiento de derechos humanos tenga claramente una vocación anticapitalista, de superación de ese sistema, que conscientemente luche desde su especificidad en lo social dentro de la construcción de una alternativa de carácter político. Hay que abrir paso a una estrategia política desde el campo de la autonomía social, contribuir a una estrategia política del pueblo. Prepararnos para una perspectiva de trabajo que una lo diverso dentro de una estrategia anticapitalista, un movimiento de derechos humanos que exprese lo doliente de la sociedad.
Creo que hay que ensanchar el campo: Un movimiento de derechos humanos que desde la memoria y el rescate del tema de los desaparecidos, el repudio a la política de la impunidad, de juicio y castigo a los genocidas, se entrelace con esta nueva realidad.
(Párrafos de la entrevista de Andrés Sarlengo a Beto Olivares, abogado, miembro de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre)
Desde Rosario, 19 de marzo de 2012
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